
Concurso de ideas con intervención de jurado para la redacción del proyecto básico y de ejecución y la dirección facultativa de las obras de un edificio para mercado municipal y plaza pública, en los terrenos ocupados en la actualidad por el mercado municipal, la calle Caravaca y el aparcamiento adyacente, en San Pedro Alcántara.
Redactores: Manuel Cardona Navajas. Arquitecto
Manuel Rafael García López. Arquitecto
María José Márquez Ballesteros. Arquitecto
General de la actuación. El espacio público que genera un proyecto.
La ciudad va bajando de la montaña al mar, va descendiendo suavemente, los edificios se suceden escalonados, y encontramos en ese lento descender un lugar, una oportunidad para crear un espacio colectivo que se ofrece a la ciudad.
El ámbito de actuación se sitúa en un vacío donde la trama de ciudad tradicional de casas bajas y calles de pequeña sección, colisiona con la nueva trama de viviendas en altura, de bloques compactos con usos terciarios en las plantas bajas, donde los tiempos y las escalas cambian.
Esta singularidad topográfica y de diálogo de escalas es el punto del que partimos, un choque de placas que son la nueva orogenia del lugar, el espacio público de la intervención es generado por los propios bordes del lugar.
Encontramos un espacio público que es simplemente un vacío al servicio de los coches. El mercado carece de la representatividad, no se percibe su resistencia y es relegado a un semisótano, pasa casi desapercibido, en el camino a su abandono, bajo múltiples usos situados en el nivel superior.
La fachada norte carece de entidad, en un nivel superior casi sin contacto con el espacio público, colonizado por aparcamientos, dejando un paso mínimo para la entrada a unas traseras de las viviendas unifamiliares. No se podía obviar el carácter doméstico íntimo de la calle circundante del nivel superior, y la difícil relación que se había establecido con el nivel principal del espacio de intervención, unas pequeñas escaleras, acompañadas de una línea de vegetación y palmeras, que intentaban resolver la diferencia de cotas.
Encontramos que la fachada sur también era un lugar sin entidad, una tapia donde se asomaban las traseras de los edificios colindantes, el lugar de la plaza parecía algo a lo que todo lo de alrededor le daba la espalda. Había que potenciar el espacio libre, recuperar este ámbito para la ciudad, hacer más amable la actividad pública.
Frente a la única tensión longitudinal actual, casi dominada por el paso de coches, había que potenciar las tensiones transversales, hacer dialogar las dos fachadas, crear un vórtice de actividad, poner en funcionamiento las actividades públicas que surgieran en el vacío. En este choque de tramas el espacio público haría de interlocutor.
Los bordes de la zona de intervención y los usos demandados crean la nueva topografía de donde surge el proyecto. Un plano que se pliega desde la zona elevada de la plaza y que se proyecta hacia el sur, dejando un lugar bajo su abrigo que servirá para alojar el mercado.
Una vez que se resuelve el aparcamiento en plantas soterradas, podíamos «tirar» del borde norte hacia a plaza, recuperar el espacio del peatón, potenciar la entidad del espacio público como lugar de encuentro, como contenedor de diversas actividades.
El mercado se diluye, se mezcla con el espacio público, para recuperar y reinterpretar la idea tradicional de “mercado como plaza y la plaza como mercado”.
La cubierta del mercado, el gran plano que tensa el espacio y que se pliega para albergar al mercado en su parte superior recoge un espacio público más vegetal, donde se recogen itinerarios peatonales de escala doméstica relacionándolos con los sistemas de espacios libres.